23/08/19

Diana Cuellar: Texto sobre exposición «Tus manos están bien», Ivorypress

Curator Text

Words Matter

Lenguaje y geopolítica globalizada en la obra de Dagoberto Rodríguez

Globalized language and geopolitics in the work of Dagoberto Rodríguez

Diana Cuéllar Ledesma

 

 

Un suceso perversamente bello tuvo lugar en mayo de 2016. Tras la toma de Palmira por parte de las tropas sirias, el gobierno ruso de Vladimir Putin organizó en las ruinas del anfiteatro romano de aquella ciudad un concierto sinfónico. Había pasado casi un año desde que el estado islámico realizara en ese mismo escenario, considerado por la Unesco patrimonio mundial de la humanidad, un video que registraba una suerte de performance escenificada (la autenticidad de la grabación nunca pudo comprobarse) en la cual un grupo de menores de edad asesinaba a veinticinco solados sirios delante de una multitud de espectadores sentados en la platea.

 

Bajo el lema “Oración por Palmira. La música revive las viejas murallas”, el concierto de la orquesta sinfónica del teatro Mariinsky de San Petersburgo en Palmira fue a todas luces una movida estratégica de Rusia para mejorar su imagen mediática tras su intervención en la guerra de Siria. No obstante, y al margen de las consideraciones geopolíticas, el portento estético del acontecimiento dio lugar a una imagen inusual de poesía en medio de la guerra. Sin embargo, aquel concierto fue un hecho preconcebido y cautelosamente orquestado. En contraste, muchos otros instantes de enorme dimensión estética tienen lugar en la cotidianidad de los contextos más desgarradores y de manera espontánea. La exposición Tus manos están bien se inspira en uno de ellos.

 

Dagoberto Rodríguez ha sabido (de)codificar una situación de belleza casi mística que fue consignada en un video de escasa duración y factura rudimentaria realizado por un combatiente de la guerra Siria y difundido a través de la red social Twitter. Tras perder ambas manos después de disparar un misil antitanques a las afueras de Damasco, un viejo recibía consuelo por parte de su joven compañero de batalla. Contra toda evidencia, este le aseguraba al herido que sus manos estaban bien y acto seguido lo invitaba a alabar a Dios. El herido le daba entonces la razón y después efectuaba sus plegarias. Se trata de un acto de fe sobrecogedor y extremo. El diálogo, cuya estructura salmódica recuerda a un verso coránico, ha sido capturado por Rodríguez en un mosaico mural realizado artesanalmente mediante la ancestral técnica de la azulejaría árabe. Gracias a la opacidad del signo, que hace a los caracteres árabes ininteligibles para la mayoría del público en occidente, el contenido de la conversación queda oculto tras la belleza de la caligrafía y su exquisita factura en piedra. El título de la pieza, Tweet, sintetiza las contradicciones entre un mundo hiperconectado y la pervivencia de prácticas religiosas premodernas. Por otra parte, el hecho de que la guerra de Siria esté siendo consignada en tiempo real y mediante aquel tipo de publicaciones realizadas por los mismos combatientes y víctimas, ha dado como resultado una reconfiguración del papel que los medios de comunicación convencionales han tenido históricamente en la conformación del imaginario y los relatos de los conflictos armados. Se trata, por así decirlo, de la emergencia de relatos polifónicos surgidos desde abajo, que complementan, o incluso sustituyen, a las grandes narrativas articuladas por poderosas compañías de televisión o la prensa escrita. De esta manera, la pieza contiene y explota muchas de las múltiples complejidades que puede llegar a contener una brevísima escena de guerra, como aquella encontrada aleatoriamente por el artista en la inmensidad del ciberespacio.

 

Aunque formalmente Tweet parece alejarse del trabajo previo de Rodríguez (quien entre otras cosas ha explorado las intersecciones entre diseño y arte, y desarrollado un muy personal universo de imágenes en acuarela) su inquietud de base conecta poderosa e innovadoramente la pieza con la trayectoria previa del artista. Es una obra sobre la fe, la guerra, las telecomunicaciones y la geopolítica contemporánea, pero, también, y sobre todo, es una indagación sobre el poder de la palabra. Resulta revelador que el aspecto del referido video que más haya llamado la atención del artista no fuera la imagen en sí, sino, precisamente, el diálogo, la belleza de los caracteres árabes y el hecho de que un intercambio oral en un contexto de dolor y urgencia fuese estructurado como poesía. Lo anterior no resulta extraño si consideramos que en el Islam el lenguaje tiene un enorme y abarcador alcance. Es una de las tres religiones comúnmente llamadas “del libro”, es decir, que parten de la creencia de que “la palabra” de Dios se halla contenida en uno o varios textos que fungen como reglamento y guía espiritual de sus creyentes. Tiene además la particularidad de que su libro sagrado condensa dos dimensiones del lenguaje: escritura y oralidad. En efecto, la palabra Corán suele ser traducida como «recitación» para subrayar el hecho de que la palabra de Alá no se limita al texto escrito, sino que debe también transmitirse de manera oral, mediante el canto y la recitación.

 

Rodríguez ha manifestado su intención de rendir homenaje al hombre que perdió sus manos mediante esta pieza cuya refinada factura es completamente manual y requiere enorme dedicación y destreza por parte del artífice. La imagen de “dejarse las manos” actualiza el viejo contrapunteo entre las armas y las letras o, lo que es lo mismo, la guerra y el arte, dos pulsiones contrapuestas que se han mantenido vivas en prácticamente todas las culturas del planeta a lo largo de la historia. A nivel simbólico, las manos tienen gran relevancia en la cultura árabe: su uso está regulado por la ley sagrada y son, junto con los ojos, la expresión estética corporal más importante. La mano es también la herramienta humana por excelencia. Esto tiene especial valor para un artista como Dagoberto Rodríguez, cuya obra inicial dentro del colectivo Los carpinteros estuvo focalizada en el trabajo manual con madera y otros materiales que suelen asociarse con la artesanía y no con el arte.  Así, esta vuelta a lo manual es una condena a aquella trasnochada jerarquización de la creatividad y un retorno dialéctico dentro de la trayectoria de Rodríguez. En general, y según se irá viendo más adelante, las obras que componen la muestra parten de situaciones de complejidad y contradicción (industrial o artesanal, tecnología o naturaleza, alta o baja cultura, arte o guerra) que el artista sintetiza, resuelve o comenta con humor y poesía.

 

Es importante destacar que el vídeo que inspira la obra circulaba en una red social, Twitter, cuyo concepto y dinámica evocan los mecanismos propios de la comunicación oral (inmediatez, réplica y rápida circulación o cotilleo). Al llevar el mentado diálogo a la piedra mediante una antigua técnica artesanal, se establece un sutil contraste entre la velocidad y volatilidad de la información difundida mediante plataformas digitales y la vieja práctica de plasmar los textos en piedra para hacerlos perdurar. No menos importante, en inglés la palabra twitter refiere al canto de las aves, es decir, alude al orden de lo natural.  Sin embargo, en la actualidad y a nivel global, dicha palabra suele asociarse casi por antonomasia a la red social homónima, o sea, al ámbito de la tecnología. Este desplazamiento de sentido hace evidente el carácter vivo y cambiante del lenguaje, algo que de antaño ha subrayado la escuela de la filosofía analítica. Fue precisamente uno de los filósofos analíticos, John L. Austin, quien, mediante su teorización sobre “los actos de habla”, llegó a la conclusión de que literalmente pueden hacerse cosas con palabras. Esto quiere decir que el lenguaje constituye en sí mismo acción y realidad y no solo se limita a capturarlas.

 

El lenguaje es y ha sido un elemento de suma importancia en la historia y sensibilidad de Cuba. No podría ser de otro modo en un país cuyo héroe nacional es un poeta. Del poder de las palabras supo abrevar muy bien la revolución cubana. Fidel Castro no teorizó sobre los actos de habla y probablemente ni siquiera oyó nunca hablar de John Austin. El filósofo, sin embargo, bien podría haber tomado al líder cubano como referente en sus disertaciones sobre el poder performativo del lenguaje. No sin razón, los analistas e historiadores han destacado la importancia que Castro dio a la difusión y consolidación de su imagen personal en los medios de comunicación masiva. Tanto a nivel local como internacional, miles de fotos y videos lograron posicionarlo como un ícono mundial, presentándolo en muchas ocasiones como líder carismático y valiente, y a la revolución cubana como un proceso histórico exitoso de concordia y justicia social. Sin embargo, la propaganda del régimen no pasó exclusivamente por la explotación de la imagen técnica. Los largos discursos de Fidel Castro, así como sus frases lapidarias y provocadoras, se han convertido ya en un rasgo distintivo de su personalidad. La retórica revolucionaria y sus consignas ideológicas se difundieron en los medios de comunicación y llenaron las calles de la isla, ya fuera escritas sobre los muros, desplegadas en vallas o a través de afiches en las oficinas y escuelas. El régimen castrista también supo apropiar palabras de personajes históricos dotándolas de nuevos sentidos según su conveniencia. El caso más paradigmático de este tipo de operación probablemente sea el del héroe nacional José Martí, cuyo vocabulario en la lucha de independencia de Cuba contra España allá en el siglo XIX fue provisto de connotaciones antiimperialistas hacia Estados Unidos de acuerdo con los intereses del bloque cubano-soviético durante la guerra fría.

 

En la serie Emblemas (2018) Rodríguez retoma algunas de aquellas consignas revolucionarias y las presenta desde la estética de los emblemas de los automóviles estadounidenses de mediados del siglo XX. Aquellos vehículos automotrices, símbolo del desarrollo capitalista de Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial, fueron desapareciendo de las calles del mundo con la paulatina incorporación de modelos más recientes. Es una deliciosa paradoja que en Cuba se hayan mantenido en pleno uso a lo largo de sesenta años de comunismo, llegando incluso a formar parte del repertorio turístico-visual de La Habana, en donde son conocidos como “almendrones”. En la serie Emblemas los logotipos de marcas como Ford, Pontiac y Cadillac han sido sustituidos por frases propias del discurso político cubano y, en ocasiones, del habla popular. Al respecto resulta fascinante que, al ser el vocabulario y la retórica revolucionarios presencias tan asfixiantes en la vida de los cubanos, algunas de sus frases hayan sido incorporadas al habla coloquial tras haber pasado por sus respectivos procesos de apropiación y desviación de sentidos, casi siempre con tendencia hacia el humor y la cultura de la “jodedera” (choteo). Nuevamente, el lenguaje trabaja de maneras imprevisibles. Finalmente, en la serie los objetos que otrora fueran identidad de marca y ostentación del lujo se convierten en portadores de mensajes radicalmente diferentes a los que en su origen tenían, pero también, y esto es importante, se reconvierten en objetos suntuarios merced a los procesos de mercantilización del arte. El artista establece así un guiño irónico hacia los procesos de circulación y fetichización no sólo del arte, sino también de los discursos y las ideologías.

 

La acelerada circulación de contenidos y las derivas de sentido se han convertido en situaciones cada vez más habituales en este mundo globalizado. En 2006 el periodista Spencer Ackerman reportó, por ejemplo, el gran éxito que la canción Gasolina tenía entre los traficantes de combustible de origen kurdo durante la guerra de Irak. Esa extraña y fascinante apropiación de uno de los temas más representativos del reguetonero Daddy Yankee es una muestra fehaciente de los alcances de este género musical inusitadamente exitoso, y que ha sido polémico por el contenido sexual de algunas de sus letras y la manera en que se baila. Y es que a diferencia del rap y el hip hop, dos géneros musicales muy cercanos y por los que el reguetón se ha visto influenciado, este último se distingue por ser música bailable. Su paso más representativo se conoce popularmente como “perreo”, y consiste en agitar las caderas con vigor y cadencia. Su apelativo refriere al hecho de que suele ser bailado en pareja de una manera tal que la disposición de los cuerpos emula la posición que los perros y otros animales emplean para realizar el coito. No obstante, y en virtud del profuso universo mediático y social en que ha surgido, el reguetón ha desarrollado una muy particular lírica que, lejos de constreñirse a los contenidos sexuales, está llena de referencias a la política regional e internacional y de citas de la cultura popular, de masas e incluso de la llamada “alta cultura” proveniente de diversas coordenadas del planeta. La escucha atenta de algunas canciones le ha descubierto a Dagoberto Rodríguez algunas facetas insospechadas de este tipo de música. En ellas se ha centrado para realizar su reciente serie Reguetón.

 

El artista ha seleccionado ciertos fragmentos de canciones para inscribirlos en piedra. En esta serie es significativo el hecho de que, extraídas de su contexto original, muchas letras de reguetón muestren escasa diferencia con el discurso político o el religioso. Por otra parte, en muchas ocasiones, y tras su bullicioso vitalismo y estética desbordante, subyacen aspectos existencialistas, que acusan la búsqueda humana por la trascendencia y el sentido de la vida. El hecho de que las raíces y el impacto del reguetón puedan localizarse especialmente en Puerto Rico y entre las comunidades latinas en Estados Unidos, ha llevado a que sus contenidos sean expresados lo mismo mediante jergas muy locales del español que en spanglish. Pese a lo anterior, el género se ha mantenido principalmente en el ámbito del habla hispana, situación que ha causado giros culturales insólitos a escala mundial, como el hecho de que la palabra más buscada en Google en el año 2017 haya sido una en castellano (“despacito”, merced a la canción homónima popularizada por Luis Fonsi y Daddy Yankee) o que las más grandes estrellas de la música internacional estén buscando cantar en español e incorporen con mayor frecuencia la estética reguetonera en sus producciones con la intención de aumentar sus ventas y popularidad. Así, tanto en lo musical como en lo lírico, el reguetón ha producido textos con una densa carga cultural y ha favorecido dinámicas que subrayan y repotencian la multivectorialidad de identificaciones cruzadas tan características de nuestro tiempo.

 

Pese a lo anterior, y como resultado de las dinámicas propias de la industria musical, el reguetón ha sido clasificado y encasillado de manera simplista como música latina y como tal se ha mantenido en los imaginarios internacionales. Un análisis profundo como el realizado por el etnomusicólogo Wayne Marshall confirma lo anterior, pero también destaca la dimensión transnacional de este fenómeno cultural, que no es sino el resultado de los intercambios y contaminaciones entre el bagaje cultural de la región circuncaribe y la música urbana estadounidense. En el reguetón y sus dilatados círculos estilísticos también se ha establecido un productivo pulso entre los recursos tecnológicos más recientes y la presencia de instrumentos musicales y patrones rítmicos de ancestral raigambre afrocaribeña. En este orden de cosas no resulta sorprendente que el género haya tenido enorme impacto en Cuba, pero los cubanos, orgullosos de los grandes aportes musicales de su país al mundo, se han negado a hablar de reguetón cubano y en cambio prefieren el término cubatón para referir a la producción local de este tipo de música.

 

Durante mucho tiempo, y aún hoy, el rechazo al reguetón fue casi un lugar común entre el grueso de la intelectualidad latinoamericana y en ciertos sectores sociales en España. Esto ha sido así principalmente a causa de dos razones: una legítima y atendible crítica al carácter sexista de sus letras, y la difundida creencia de que a nivel musical se trataba de un género pobre y de escasas aportaciones. Con independencia de que ambas cuestiones pueden ser ampliamente discutidas, lo cierto es que el reguetón es un fenómeno complejo y rico que amerita ser analizado cuidadosamente. Así lo hizo en 2009 un grupo de especialistas, cuyas reflexiones académicas y teóricas fueron recogidas en un volumen monográfico publicado por la universidad de Duke en Estados Unidos. Diez años más tarde, los sucesos políticos de Puerto Rico han vuelto a poner el foco en este fenómeno cultural, su impacto en la configuración de las subjetividades y sus zonas de contacto/impacto político. A raíz de la filtración de las conversaciones de WhatsApp entre el hoy ex gobernador de la isla, Ricardo Rosselló, y once hombres de su círculo cercano, la sociedad puertorriqueña, cansada de décadas de malas administraciones, corrupción y el cinismo de la clase política, salió a las calles para exigir la renuncia del gobernador. De entre todas las personalidades que apoyaron la causa, destacaron particularmente los cantantes Bad Bunny (Benito Antonio Martínez Ocasio) y Residente (René Juan Pérez). La canción Afilando los cuchillos, escrita e interpretada por el  dueto, se convirtió en una especie de himno para las protestas, y las redes sociales comenzaron a arder con memes que comparaban a aquellas celebridades con ideólogos y líderes político-sociales como Karl Marx o Ernesto “Ché” Guevara.

 

Durante doce días consecutivos decenas de concentraciones en repudio a Roselló tuvieron lugar en Puerto Rico. El 24 de julio se convocó a una sesión multitudinaria de baile/protesta en las escalinatas de la Catedral Metropolitana de San Juan. Unas horas antes de la cita, el cantautor Tommy Torres realizó una publicación en Twitter en la que preguntaba a qué hora había sido convocado el evento. El tuit en cuestión se viralizó de inmediato debido a la acertada precisión con la que Torres se refirió a la sesión de baile colectivo (“¿A qué hora es el perreo combativo ese?” fueron, literalmente las palabras del músico). Se acuñó así el término “perreo combativo” para referir a aquella insólita práctica de oposición política, carnal, multitudinaria y festiva. La misma noche en que el perreo combativo tuvo lugar, Ricardo Roselló renunció a su cargo.

 

En las obras aquí reunidas Dagoberto Rodríguez trabaja con diversas texturas y requiebros del lenguaje. La puesta en común de tres acontecimientos aparentemente inconexos en tiempo, espacio y concepto permite al artista explorar y reflexionar sobre los alcances del lenguaje en tanto que territorio para la conformación de la subjetividad, la configuración de los relatos y el ejercicio del poder. La exposición aglutina, además, diferentes formas históricas de escritura y textos de naturaleza diversa. Tus manos están bien se constituye así como una suerte de exposición-libro o, para ser más precisos, exposición-tabla, estableciendo un vínculo histórico-conceptual con las tabletas digitales contemporáneas y planteando una reflexión colateral sobre la historia y los mecanismos de su elaboración. En estas obras las palabras importan y hacen. Rodríguez enfatiza los procesos de una historia viva, que se escribe y se borra, se difunde y se viraliza, se canta y se reza. Si, como decía Ludwig Wittgenstein, los límites de nuestro lenguaje son los límites de nuestro mundo, en estos ejercicios de ampliación, dislocación y deriva lingüística los mundos se ensanchan y las ideas se agitan (o perrean).